top of page

¿Por qué nos cuesta tanto decir que no?

Por Susana López Reséndez

Me encantaría ir a la fiesta, haré todo lo posible por ir, dice una persona a la otra. Sin embargo la persona invitada sabe muy dentro de sí misma, que no irá. ¿Por qué nos cuesta tanto decir que no? Una palabra corta, fácil de articular, sin embargo utilizarla nos genera tal conflicto que la evitamos, utilizando toda una serie de excusas o bien, aceptando las peticiones del otro.

No nos gusta recibir un no por respuesta, tampoco darlo. No obstante marcar ese límite entre tu deseo y el mío, permite que dosifiquemos y gestionamos el encuentro entre complacer a los demás y nuestra necesidad de ver por nuestra propia independencia.

Se me ocurren muchas razones por las cuales evitamos decir que no. No queremos herir o defraudar a nadie, evitamos la confrontación o dar explicaciones, pero sobre todo la idea de “quedar mal” es una posición social que a nadie le gusta aún acosta de los propios intereses.

 

¿Estaremos listos como sociedad para adoptar un lenguaje más directo y sin tanto rodeo?

Hemos sido educados culturalmente para ser amables y serviciales, ver por el otro y está muy bien que eso nos dé un sentido de comunidad, sin embargo ¿en qué momento dejo de ver por mí para solo ver por el otro?

Uno de los trasfondos más comunes es cargar con la idea irracional de que “yo soy aceptado, si soy obediente y servicial” y mi valor como persona radica ahí. La idea de poner un límite o dar un no por respuesta, nos puede dar miedo en decepcionar a otros, quedar como egoísta, ser criticados, arriesgar una posición laboral o una relación.

 

Debido a lo poco acostumbrados a confesar un rápido no, tendemos a dar un “tal vez”, o directamente “sí” a las solicitudes cuando no tenemos ni la más mínima intención de realmente cumplirla. Esto evidentemente, crea expectativa e ilusión a la otra parte y que al final, la excusa más vaga para no cumplir puede salir contraproducente.

Desde la perspectiva de la teoría del apego, vemos el rol de víctima-rescatador.

 

Para el rol de víctima, su mayor dificultad es hacerse cargo de sus sentimientos y su vida, culpando al otro. Sin embargo, el rescatador tiene por papel resolver y solucionar los problemas de otros y tratar de que sean completos y satisfechos, entendiendo que su aceptación y sentirse amado proviene a partir de la resolución de un problema ajeno o bien, simplemente de favorecer las demandas del otro.

Para conocer nuestros límites, es necesario saber donde estamos parados. Así que identifica tus límites físicos, emocionales, mentales y espirituales. Considera lo que puedes tolerar y aceptar y con lo que te sientes incómodo y estresado.

Curiosamente, la capacidad de poner límites y decir “no” está estrechamente vinculada al amor propio, seguridad y autoconfianza. Permitirle al otro resolver y decidir sobre su vida también es un gesto de amor al otro y propio. Por eso #NoEsDeLocos dar un no por respuesta, #NoEsDeLocos ver por nuestras posibilidades y límites para dar sin dejarnos olvidados y por último, #NoEsDeLocos pedir ayuda cuando te desborda la insatisfacción de no complacer al otro.

Junio, 2020
Monterrey, NL. México
  • Instagram
  • Icono social LinkedIn

¡Gracias por contactarme!

bottom of page